El negocio de las galletitas es un ejemplo clásico de alta competencia y presencia de gigantes corporativos. Latinoamericanas como Arcor o americanas como Kraft Foods, por mencionar solo dos, son de la clase de mamuts empresariales que espantan a cualquier emprendedor.
A Alejandro Ripani, sin embargo, no lo asustó. Quizás porque provenía de una familia dedicada hace décadas a este negocio, o quizás porque sabía como diferenciarse y reducir, en parte, la competencia.
Alejandro creó en 2000 Tía Maruca sobre dos ideas principales: recuperar las recetas y el sabor artesanal, y vender sus productos en exhibidores exclusivos, que le aseguraran imagen y visibilidad.
Habiendo comenzado con una producción totalmente tercerizada, hoy la empresa tiene tres plantas que le aseguran el 40% de sus ventas, además de 15 fabricantes que producen el 60% restante.
Lo que comenzó como un modesto emprendimiento personal, hoy es una compañía con ventas por US$ 7 millones y exportaciones a EEUU, España, Uruguay, Chile y Paraguay.
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